enero 2020 – ORION

Quiroga es la recién llegada que se inventa la vida de sus vecinos (ya que tiene balcones en lugar de tele) para algún día quizá igual contársela y a lo mejor flipen por cómo ha interpretado en símbolos sus rituales, sus nervios o el moverse de sus cuerpos. Fíjate qué graciosa, dirán. Lo sabe ya. Friega los ventanales de más, sin que haga falta, ella quiere parecer una fiesta.

Es la niña que sube y baja la calle comiendo fruta y dando vueltas al llavero y a la vez va silbando con total seguridad una melodía antigua que fijo está improvisando.
La mujer de mundo que ya descarta batalla
y vive en una casa tranquila a través de sus propios cimientos.

Que escucha fado y vende artesanías pensando en todo lo que le ha costado.
Que se resiste a que le pregunten a qué está jugando, remota y nudista, te levanta la vista e indica el nombre de montones de estrellas. Se decora con opio, se viste de seda y acumula por docenas quijotescas borracheras.

Pero ves, nunca le ha pedido dinero a nadie. Ni siquiera a sus padres. No sabemos cómo se lo monta pero suele tener planes. Conoce a alguien que conoce a alguien.. que pudiera tener algo para ella. Por el momento sobrevivir es la única meta. Y subir al menos una canción al año a SoundCloud. Necesita la misma protección que esquiva, no tiene cuidado con lo que desea y ahora ve que las primeras veces que dijo tekiero a chicos, fue por compromiso.

La chavala que se baja el cava subida a la mesa sin ser Nochevieja insinuando lo fácil que es caer sonriendo y está oxidada y todo eso pero todavía se sonroja arquitectos: ¡hazme el mayor laberinto que jamás haya existido para así poder escapar de este sueño…
La que ladra con los ojos y muerde con la mirada porque hay mujeres que no disimulan cuando están enfadadas. Que ha nacido para reinar aunque más le satisfacen los chicles; duerme con lentillas, ve mucho cine subtitulado y se ríe sola. La loca insaciable, la impresentable, la indecisa.

Quiroga escuchó de chavala una canción que no encuentra.
Hacían así un símil entre el mar Menor y el mal menor. Le encantan esas picardías, le hacen cosquillas. Tiene un hoyuelo y un tic. Y tuvo 2 piercings. Y perdió cada anillo. Muerde cada anzuelo. De repente ella traza un puente entre la demasiada noche y palpar el pecho para comprobar lo que queda, cuando en realidad se refiere a que desde que está en Berlín
se le esfuman por las escaleras las gardenias de la calle Magdalena.

Ella, gata mimada que parece que sí pero luego resulta que nunca es de nadie. Y se deshace.
Lo cierto es que también hay días en que le gustaría ser de otra manera. Más quieta, menos mientras. Pero luego no. Se identifica con linces. Le da toda la importancia a lo que a nadie le importa.

La arena que oscurece el sinestésico océano.

Es la persona esa – muy al fondo – con forma de diana.

El remedio para la paz.

Las luces apagadas.

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[ fragmento premonitorio de mi nuevo libro: SATURNALES & B-SIDES ]

[ VÍDEO grabado por Miriam Embara en el Tapas&Fotos, en.20]